Thane Drogos
Evie me atacó con su machete desafilado y me enfrentó golpe tras golpe cuando entrenamos justo afuera de nuestra cabaña. La arena entre los dedos de los pies. Olas brillantes rompían contra la costa detrás de ella.
La blusa le llegaba hasta la clavícula, dejando al descubierto el valle de sus pechos, donde una cicatriz de tres garras estropeaba su piel. Difícilmente lo consideré un defecto, sólo un recordatorio de su coraje. A pesar de lo pequeña y delicada que pudiera parecer, no tenía miedo. Una guerrera perfeccionando sus habilidades.
El sol se puso en el cielo, justo sobre el horizonte, envolviéndola en una cálida luz naranja.
Sin luz solar, no podríamos entrenar por mucho más tiempo, pero eso no frenó a Evie. Se estaba volviendo bastante experta con la espada, lo suficientemente segura como para desviar mis ataques y reaccionar con un contraataque cuidadosamente cronometrado.