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Cuando Qiao Lian era joven, solía practicar taekwondo. Como la delicada y bonita hija mayor de una familia acomodada, tenía mucho miedo al dolor.
Luego de recibir algunos moretones en su cuerpo, comenzó a hacer berrinches y su papá se compadeció de ella, así que no la dejó continuar con ello.
Cuando se quejaba de esto a Zi Chuan mientras jugaban, Zi Chuan respondió:
—Yo lo aprenderé.
La siguiente frase, obviamente, fue:
—Te protegeré.
Por lo tanto, nunca lo volvió a aprender.
Creía que cuando era niña su papá estaría allí para protegerla y cuando creciera, Zi Chuan estaría allí para protegerla.
En ese mismo momento, entonces de repente comprendió.
Papá no podría quedarse con ella para siempre... y en cuanto a Zi Chuan, eso ya era historia.
En ese instante, cuando vio la daga dirigiéndose hacia su rostro, quiso moverse, quiso esconderse, pero el hombre sujetaba sus hombros, inmovilizándola.