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97.56% Instituto Furry / Chapter 40: Ecos del pasado

Capítulo 40: Ecos del pasado

Narra Anya

No podía creer lo que acababa de escuchar, quería saber esto, quería saber más del pasado de Dante, pero no creí que fuera tan trágico, no me puedo imaginar lo terrible que debe sentirse que tu padre se suicide, ya el mero hecho de perderlo, pero de esa forma…me daba escalofríos.

—Dante, yo…l-lo siento…

—Está bien, Anya, no te preocupes, eso ya fue hace mucho…he podido superarlo con el tiempo, o al menos, sobrellevarlo de mejor manera.

—Me imagino…pero no tienes que sentirte mal por lo que le dijiste a tu padre, no fue tan grave, no lo insultaste ni nada por el estilo.

—Puede que no, pero aún así, nunca hubiera querido que mi última interacción con él fuera así, sé que no fue la gran cosa, pero joder, que fuera la última vez que hablé con él hace que se sienta mal.

—Supongo que sí…

Me quedé callada unos segundos, tratando de procesar lo que Dante nos había contado, Taylor por su parte se quedó ida viendo al vacío, a la nada misma, chasqueé los dedos para llamar su atención y sacarla del trance en el que estaba.

—Oh, yo, lo siento… —se disculpó Taylor— Es sólo que…igual, no me esperaba que tu pasado fuera tan…denso…es mucho que digerir…que comprender, y de verdad me importas, Dante, sé que Anya igual se preocupa por ti así que…eso, simplemente no me lo esperaba, y tengo muchas preguntas qué hacerte.

—Por eso tenía mis reservas en contarles, chicas, no quería torturarlas con esto.

—No digas eso, amor, no tenemos inconveniente en que nos cuentes lo que hay en tu mente y en tu corazón, para eso estamos, para apoyarte en lo que necesites.

—Gracias chicas…

—Aunque me queda una duda, cariño.

—Dime, Anya.

—Dijiste que tu padre murió a los 10 años…pero cuando almorzamos con mis padres, dijiste que fue su muerte la razón por la que regresaron a este país, no me hace sentido.

—Oh, es verdad…bueno, si te soy sincero, no fue eso lo que me hizo irme de Japón.

—¿Ah no? ¿Entonces qué fue? —pregunté con confusión e intriga.

—Fue algo más…no quise decirlo esa vez con tus padres porque es algo muy personal, algo que solo mi mejor amiga sabe.

—¿Ese algo más explica cómo te volviste una máquina de apalear criminales? —preguntó Taylor.

—¡Taylor!

—¿Qué? Dije que tenía preguntas, falta que explique cómo se volvió Anubis, cuándo, por qué y todas esas cosas.

—Es verdad, falta que les cuente eso, y lo haré, les contaré cómo me convertí en un vigilante.

 

 

 

El cielo comenzaba a oscurecerse sobre la ciudad. Desde el balcón de nuestra casa, las luces parpadeantes de la metrópolis me recordaban a estrellas que, a veces, siento que ya no me pertenecen. Sentado en el sillón, mis ojos contemplaban el horizonte, pero mi mente estaba en otro lugar, en otro tiempo, uno mucho mejor que este, sin duda.

Habían pasado ya 2 años desde el suicidio de mi padre, y aún no podía superarlo, la rabia, la impotencia, el dolor, la tristeza, todo ese cúmulo de sentimientos eran mi pan de cada día, no había ni uno sólo en el que esas emociones me dejaran vivir en paz, eso ya parecía una utopía lejana para mí.

De repente, oigo una puerta abrirse, era mi madre que acababa de volver del trabajo, la saludé como de costumbre, le ayudé con las cosas que traía y le acompañé a la cocina, donde ella se disponía a preparar la cena.

—¿Cómo te fue en la escuela hoy, cariño?

—Bien, ma, no me quejo.

—Me alegro, espero siempre sigas así… —mi madre volteó a verme y al instante se horrorizó— ¡Santo Dios! ¿Qué te pasó en la cara, hijo? —había notado mi ojo morado y mi labio partido.

—¿Esto? No es nada, debiste ver cómo quedó el otro jaja.

—No puede ser, Dante, dime ahorita mismo qué demonios fue lo que te pasó, ¿Quién rayos te hizo esto? —preguntó mi madre enojada.

—Un imbécil de la escuela, me empezó a decir estupideces, le dije que parara, no lo hizo, así que tuve que callarlo.

—Ay Dante, déjame ayudarte con esto.

Mi madre fue a por el botiquín, para tratar de curar mis heridas, tenía raspones, arañazos, nada grave, pero que ardió como el infierno cuando empezó a desinfectármelas.

—¡Ah! ¡Mamá, esta cosa arde!

—Hoy te aguantas, es para que no se te empeore.

Luego de eso, me dio unas pastillas para el dolor y la inflamación, y me pasó una bolsa de guisantes congelados para ponerme en el ojo.

—Ten, ya con esto te sentirás un poco mejor.

—Gracias mamá.

—No puedes seguir así, Dante, ya es la tercera vez que tienes un altercado este mes.

—No es mi culpa que los estúpidos de mis compañeros me odien, no les hice nada y aun así me detestan.

—Yo sé, hijo, pero no puedes seguir así, tienes que ponerle un punto final a esto.

—¿Y qué se supone que haga? ¿Dejar que me apaleen?

—No, yo no dije eso.

—¿Entonces?

—Tengo una idea —mi madre tomó su bolso y empezó a buscar entre sus cosas— Aquí está, ten, dejaron esto en el parabrisas de mi auto.

Me pasó un afiche de una academia de artes marciales, tenía el número, dirección y más información del lugar en cuestión.

—¿Dojo de Artes Marciales Morita? ¿En serio, mamá?

—Te conozco, hijo, sé que no pararás de pelear, eres igual de tozudo que tu padre, por lo menos quiero que salgas menos lastimado de las peleas, no quiero que soportes más maltratos, así que esta puede ser una forma de ponerle punto final a esto.

Al principio, me parecía una idea descabellada, sinceramente, pero esa noche, me di el tiempo de leer toda la información del folleto, y al final pues…

 

 

Fui a visitar la academia después de clases, la fachada se veía imponente, pero bastante típica de este tipo de lugares, entré y hablé con el sujeto que estaba ahí.

—Hola, buenos días, vine a inscribirme al Dojo de Artes Marciales Morita ¿Dónde puedo apuntarme?

—Buenos días, joven, puedes llenar esta forma para inscribirte.

—Oh, gracias.

Antes que pudiera tomarla, el tipo apartó los papeles y dirigió su mirada a mí.

—Te lo advierto, muchacho, las artes marciales no son un chiste, si vienes aquí buscando vengarte de alguien, o simplemente dar palizas por placer, estás en el lugar equivocado. También, si crees que esto será un paseo por el parque, o un simple pasatiempo, estás en el lugar equivocado, te invito a pensarlo bien.

—Ya lo pensé, señor, y no, no quiero venganza, solo quiero aprender a defenderme de los abusivos de mi escuela, es todo, no creo que esté mal no querer ser un costal de papas de otras personas.

—No jaja, para nada, si ese es el caso, y estás dispuesto a hacer el sacrificio, ten —tomé las páginas— Bienvenido al Dojo, joven.

 

 

—Ya veo, así que fue en esa academia que aprendiste a pelear, interesante —dijo Taylor.

—Si y no.

—¿Cómo que sí y no?

—A ver, cómo te explico —Dante puso su mano en su barbilla y meditabundo, retomó su palabra— La academia era en realidad la fachada de un clan... un grupo de vigilantes que operaban en las sombras. Detenían criminales, sí, pero lo hacían fuera de la ley. No eran héroes, pero tampoco villanos. Eran algo más, algo que no entendí del todo hasta mucho después. Y yo, tan lleno de ira y resentimiento, me adapté a ese mundo sin siquiera cuestionarlo.

—O sea ¿La academia era falsa?

—No era falsa, era un Dojo auténtico que enseñaba artes marciales, pero aparte de eso, ocultaba ese clan secreto.

—¿Y cómo fue que te admitieron en él? —pregunté.

—Bueno, no quiero sonar presumido, pero era uno de los mejores estudiantes del Dojo, supongo que vieron mi potencial y no dudaron en incluirme jaja.

—Menos mal no querías presumir —comentó Taylor.

—Pero ¿Así nada más? Por lo que dices era algo muy secreto, no creo que dejaran entrar a cualquiera solo porque fuera bueno peleando.

—En eso tienes razón, amor, fue más por el vínculo que formé con el maestro, Hiroyuki Morita.

—¿El era el dueño del Dojo?

—Si, era un Dojo familiar, su abuelo lo fundó y se lo heredó a su padre, y su padre a él, y lo mantenía desde entonces, era uno de los Dojos más famosos y respetados de Japón.

—¿Y cómo conociste al maestro Morita?

—El era el tipo que me atendió cuando me inscribí.

—Oh…lo conociste desde el principio entonces.

—Así es, él me enseñó todo lo que sé, era mi maestro, el líder del clan. Tenía una presencia... magnética. No solo me enseñó a pelear. Me enseñó a enfocarme, a encontrar un propósito en lo que hacía. Y por un tiempo, sentí que estaba en el lugar correcto. Él se convirtió en algo así como un segundo padre para mí.

Dante hizo una pausa, cerrando los ojos como si estuviera viendo el rostro de Morita en su mente. Yo lo miraba, entendiendo la profunda admiración que Dante sentía por aquel hombre que había guiado su camino en un momento de oscuridad.

—Dante…

—Perdón…no pude evitar recordar algunas cosas…lo siento.

—Descuida…n-no tienes que continuar si no quieres.

—Tranquila Anya, quiero hacerlo, es sólo que…no es fácil contarles esto…bueno —Dante recuperó su postura y siguió— Luego de ser admitido, no sólo en la academia sino también en el clan, me llevaron al cuartel secreto, que se encontraba en unas montañas, nadie las frecuentaba, era el escondite perfecto para algo como eso.

 

 

Estaba agotado, la caminata había sido un fastidio, pero por fin, habíamos llegado a la cima.

—Henos aquí, joven Dante, El Clan "Yoru No Kami"

—Wow…me gusta el nombre.

—El nombre representa los valores, los principios y el carácter propio de cada miembro del clan, desde su fundador hasta los que mantenemos viva la llama de su lucha.

—Genial…es un honor formar parte de esto, sensei, muchas gracias.

Y sin previo aviso, el viejo me soltó un tremendo madrazo.

—¡Oiga! ¿Eso por qué fue?

—No te confundas, muchacho, esto no es un honor, es una responsabilidad, un compromiso que haces para tomar al viejo tú y convertirlo en algo mejor, priorizar el bien ajeno antes que el propio, adquirir un espíritu de abnegación que nunca habías conocido en tu vida, de eso se trata todo esto.

Me quedé callado, aún con el golpe que me dio, sus palabras eran las que más impacto tenían en mí, y las que más me marcaron.

Entramos en uno de los edificios, y había un montón de estudiantes, chicos y chicas, furries y humanos, todos entrenando y dándolo todo de si mismos, sus técnicas se veían pulidas e inmaculadas, producto de arduas horas de entrenamiento duro e intenso.

—¡Atención! ¡Descansen!

Al instante, cuando el maestro dio la orden, todos detuvieron su entrenamiento y voltearon a verlo a él.

—Presten atención, tengo un anuncio importante, este día se nos une un nuevo guerrero, que, igual que nosotros busca justicia, rectitud y honor, Dante Specter, quiero que lo traten como uno más del clan, como un hermano, como un compañero de batallas. Dante, de ahora en más, ellos serán tu familia, lucharás por ellos, los protegerás, cubrirás sus espaldas, y sobre todas las cosas, nunca los debes defraudar, ni a ellos a ti tampoco ¿Entendieron todos?

—¡Si, sensei! —respondimos todos al unísono.

—¡Excelente! Pueden seguir con su entrenamiento.

El maestro Morita me presentó con todos ellos, de entrada, sentí ese típico recibimiento hostil por ser el chico nuevo, pero con el tiempo pude establecer lazos más estrechos con cada uno de ellos, pero con el que era más cercano fue con mi mejor amigo, Alex.

—Morita-sensei —saludó un tigre, mientras hacía una reverencia a mi maestro.

—Joven Alex ¿Por qué no sigue con su entrenamiento? ¿Tiene algún problema?

—Si, maestro, creí que este era un clan de élite, que reunía a los mejores guerreros de toda Japón, para ponerlos al servicio del inocente y el débil, no me di cuenta desde cuándo el inocente y débil podía formar parte de este clan.

—¿A quién le dices débil, felino imbécil?

—Silencio los dos, Alex, creo que no escuchaste lo que dije hace unos segundos atrás, pero Dante ahora es parte del clan, es un joven excepcional igual que todos aquí, así que espero que honres el juramento que le hiciste a este clan y le des la bienvenida a nuestro nuevo integrante.

—Si, sensei —respondió el tigre a regañadientes.

—Y tú, Dante, que esto te sirva para controlar tu carácter, que la ira no frene tu progresión tan grande que has mostrado, enfócate y respeta tu compromiso con este clan también.

—Si, sensei.

—Correcto, ahora, manos a la obra.

 

 

—Menudo imbécil —exclamó Taylor— ¿Quién putas se creía ese tipo?

—Ese era Alex —los labios de Dante se curvaron en una sonrisa triste—. Mi mejor amigo. Entramos en la academia el mismo año, él unos meses antes que yo. Al principio nos llevábamos fatal, se vio desde nuestro primer encuentro. Siempre compitiendo, siempre intentando superarnos mutuamente. Pero con el tiempo, esa rivalidad se convirtió en una amistad inquebrantable. Alex tenía una energía que hacía que todo a su alrededor fuera más brillante. —Su sonrisa desapareció lentamente—. Él me salvó en más de una ocasión, de mis propios demonios, y en varias de las misiones que nos tocó hacer como equipo, éramos inseparables.

El silencio se hizo pesado una vez más. Dante sabía lo que venía a continuación, pero no por eso era más fácil de contar.

—Tres años después de haber entrado al clan, todo cambió. —Su voz bajó casi a un susurro—. El cuartel... el lugar donde entrenábamos, donde vivíamos, fue atacado. Nunca supe quién fue ni por qué. Solo recuerdo el fuego. Todo ardía a mi alrededor, el humo, los gritos... Y yo, impotente, sin poder salvar a nadie.

Dante apretó los dientes, luchando contra las lágrimas que amenazaban con brotar. Era una historia que había revivido en sus pesadillas, una y otra vez.

—Hiroyuki Morita murió tratando de protegernos. Y Alex... —Dante hizo una pausa, su voz quebrada por la emoción—. Alex me empujó fuera del edificio en el último segundo. Lo vi morir. Lo vi desaparecer entre las llamas. Gracias a él es que estoy aquí hoy, con vida.

El dolor en las palabras de Dante era palpable. No pude contenerme más, me puse de pie, me senté en el mismo sofá que él y lo abracé, atrayéndolo hacia mí. Taylor permaneció en silencio, apenada por haberse expresado así de uno de los tipos que le salvó a Dante, aun así, su mirada lo decía todo: comprensión, empatía, y una tristeza compartida.

—Sobreviví —dijo Dante, su voz amortiguada por mi abrazo—. Pero en muchos sentidos, parte de mí murió ese día. Todo lo que conocía, todo lo que había llegado a amar... desapareció. El clan se había acabado, ya no tenía ningún motivo para quedarme en Japón, y fue después de eso que me llegó la noticia de que había recibido la beca para estudiar acá, en el Instituto Pearson, y agradezco que me haya llegado esa oportunidad, de lo contrario habría tenido que quedarme en Japón. Estaba en casa, pero no volví a ser el mismo.

Seguía abrazándolo con fuerza, y Taylor, desde su lugar, también sentía el peso de la historia de su amigo. Dante había perdido mucho más que un simple lugar o un grupo de personas. Había perdido su identidad, su propósito, y la amistad que Alex había tenido con él.

—Desde entonces —continuó Dante—, he estado buscando respuestas. Quería entender quién estaba detrás de todo, pero, sobre todo, quería encontrar un nuevo propósito. Porque si algo me enseñaron Hiroyuki y Alex, es que no podemos rendirnos, no importa cuán oscuro sea el camino.

El silencio cayó sobre la habitación, roto solo por el suave sonido del viento fuera. Dante finalmente levantó la cabeza, mirándome a mí y luego a Taylor, sus ojos más claros, como si hubiera liberado parte del dolor que había llevado consigo durante tanto tiempo.

—No sé si algún día encontraré todas las respuestas —admitió—, pero sé que debo seguir adelante. Por ellos, por mí. Es por eso por lo que me convertí en Anubis, porque, así como mi maestro quería mantener viva la lucha de sus antepasados, yo quiero hacer lo mismo por ellos, seguir buscando justicia, rectitud y honor, y ayudar al débil e inocente, sin importar el costo.

Lo miré con ojos llenos de amor y comprensión. Taylor, con una sonrisa leve pero sincera, habló finalmente.

—Y no tienes que hacerlo solo.

—Porque ya no estás solo, amor.

—Y nunca volverás a estarlo —siguió Taylor.

—Porque nosotras estaremos contigo.

Dante sonrió por primera vez en lo que parecieron horas. Sabía que, aunque el pasado siempre sería parte de él, el presente y el futuro estaban allí, con las personas que ahora le dábamos un nuevo propósito, una nueva familia.

Y en ese momento, aunque los ecos del pasado seguían resonando en su interior, Dante podía estar seguro de que había dado un paso hacia adelante, hacia la paz que tanto anhelaba.


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