En el otro lado del campus, en un momento distinto, algo más interesante estaba sucediendo.
Los ojos de Leo se abrieron de golpe. Su boca se curvó en una sonrisa mientras se maravillaba de su progreso. Por fin había acabado con todas las píldoras a su disposición. Había cuatro estuches vacíos de píldoras tirados en su cama.
Si alguien viera este espectáculo, tendrían miedo de que fuera un lunático adicto a las píldoras. De cierta manera, lo era. Esta sesión de entrenamiento le demostró que su cuerpo realmente podía tolerar tantas píldoras como fuera posible. Guardó las cajas de píldoras. No quería que nadie las viera si entraban a su habitación sin que él supiera.
Después de hacer eso, se levantó y lanzó un puñetazo al aire. El golpe empujó el aire a su alrededor hacia adelante y sacudió los objetos en su habitación. La sacudida se detuvo después de unos segundos. No estaba sorprendido de poder hacer esto. Era una ventaja que venía con su avance.