A diferencia de la primera vez que llegó a Teherán, Alex no necesitaba tomar la larga ruta a través de Irak vía milicias respaldadas por Irán. Más bien, su jet privado obtuvo autorización para aterrizar en el aeropuerto de Teherán. Donde, para su sorpresa, fue recibido por varios miembros de las fuerzas armadas iraníes que parecían ser oficiales de nivel medio.
Estos hombres, aunque sorprendidos de que Alex fuera un hombre blanco, y no latino como esperaban debido a sus vínculos con Los Zetas, no fueron más que amables con él. Después de todo, Irán era un estado fuertemente sancionado, y los Zetas tenían mucho dinero.
El hecho de que los Zetas quisieran gastar miles de millones de dólares en equipamiento militar para preparar adecuadamente sus fuerzas contra una potencial invasión de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos no era más que una situación beneficiosa para el gobierno iraní.