```
Las emociones de Jonathan se encendieron como la gasolina, una ira furiosa revolvió su pecho mientras un zumbido llenaba sus oídos.
Con los dedos bien extendidos y de repente apretados, la prisión de piedra que encerraba a la criatura se cerró de golpe. El monstruo emitió un grito horroroso, su forma se aplastó hasta quedar tan fina como el papel.
—¿Podría esta cosa sentir realmente dolor? —se preguntó a sí mismo sin voces.
Se fundió en un charco de líquido verde, y luego se coaguló, tomando de nuevo su forma original. Ver su agonía no calmaba la ira de Jonathan. Liberó la prisión de piedra y, una vez que la criatura comenzó a reformarse, ordenó a las piedras que la comprimieran repetidamente. Era como amasar masa, hacia atrás y hacia adelante, y cada presión provocaba un grito desgarrador de la criatura.
Pero después de varias rondas, los gritos se convirtieron en una risa aguda y maniaca.