Pero de todo, lo que más desconcertaba a Atticus era que, incluso después de que habían pasado 3 semanas, aunque las huellas estuvieran casi borradas, todavía podía ver claramente las huellas de maná.
Atticus decidió dejar de pensar en todo esto por ahora y concentrarse en la tarea que tenía entre manos.
Al dirigir su mirada hacia las huellas en el suelo, vio que estaban todas revueltas, esparcidas por la tierra, con diferentes rastros apuntando en distintas direcciones.
Atticus podría estar aquí todo el día tratando de descifrar qué rastros eran los correctos a seguir, pero era muy bueno que no fuera tonto.
El fuerte aullido había venido del norte.
Había algunas huellas que llevaban hacia el norte.
¿Qué más necesitaba?
Atticus giró rápidamente y comenzó a correr hacia el norte.
Constantemente estaba liberando pulsos de maná de su núcleo de maná para asegurarse de no perder la pista de las huellas. Y al mismo tiempo, Atticus también mantenía la capa etérea.