No queriendo salir de la habitación, Siora se quedó dentro. Colocó su zurrón en un lado. Se suponía que debían partir por la tarde, por lo que tenía mucho tiempo. Siora comenzó a picar verduras... despacio. No lo esperaba, pero cuando vio pan y miel con guiso de verduras que le daba un sirviente, lo aceptó. Necesitaba toda la comida para su salud, para su magia. Así, Siora comió lo que se le servía y continuó picando las verduras. Una chica venía y se llevaba las verduras picadas a intervalos regulares.
Siora se impacientó y para cuando llegó la tarde, olía intensamente a verduras, leche y humedad. La chica que venía a recoger, le informó que tenía que ir a la mansión con un grupo de cinco hombres para preparar la cocina improvisada. Siora recogió su bolsa y siguió a la chica para unirse al grupo con entusiasmo.