—Fue el coro más increíble que jamás había escuchado.
Con ojos como platos, observó cómo Reth llamaba a su gente, y cómo su gente respondía en una armonía como nada que hubiera presenciado antes. Si sus ojos, el calor y el amor en ellos, no hubieran sido aún más cautivadores, se habría girado para observar a la gente, con la boca abierta de asombro. Pero no podía apartar la mirada de él—no del fuego en sus ojos, las lágrimas que amenazaban con salir, o el fiero orgullo que le derramaba en su mirada.
Su pecho se hinchó de amor por ella hasta que pudo sentirlo.
Aymora no la había advertido sobre esta parte, así que no sabía qué hacer. Simplemente dejó sus manos sobre su pecho, sostuvo su mirada, y agradeció a dios que fuera suyo.
Cuando el llamado terminó, él tomó su rostro en sus manos y la besó tan suavemente que erizó cada pelo de su piel.