—¡Padre! —exclamó entusiasmada Beth al verlo de pie junto al lago con las manos detrás de él mientras miraba la distancia. Aceleró el paso para encontrarse con él ya que no quería hacerlo esperar. Eso era lo que más odiaba. Perder el tiempo sin hacer nada mientras esperaba a alguien.
Él se dio la vuelta justo cuando ella se acercaba, y en lugar del feliz reencuentro que Beth había imaginado desde que no había visto a su padre en mucho tiempo, lo que recibió fue una fuerte bofetada en la cara que la hizo caer al suelo, rompiendo su ya quebrado cuerpo que aún intentaba sanar.
Ella jadeó y miró hacia arriba hacia el rostro enojado de su padre con confusión impactada mientras tocaba la mejilla que él había abofeteado y se preguntaba por qué parecía tan enojado.
Su padre nunca la había golpeado de esta manera antes, y por lo tanto no podía imaginar qué podría haber hecho para merecer un trato tan duro.
—¿Padre? —preguntó mientras contenía las lágrimas que le picaban en los ojos.