Al ver lo nerviosa que estaba Luciana, Alicia estuvo a punto de rodar los ojos. Aunque Luciana se había acercado con malas intenciones, dudaba que la joven fuera lo suficientemente audaz como para hacer algo.
—Mientras me muestras el palacio, también veremos el establo, ¿verdad? —preguntó Alicia esperanzada.
—Sí, si quieres. ¿Por qué? —Luciana preguntó con curiosidad, queriendo saber por qué Alicia estaba interesada en el establo o en montar a caballo.
—Nada serio. Solo quiero ver ese caballo... —El resto de sus palabras se desvaneció cuando alguien tocó a la puerta y ambas se giraron para ver quién era. —Adelante —dijo Alicia, preguntándose quién vendría a verla tan temprano en el día.
Su nariz se arrugó en disgusto cuando la puerta se abrió y Beth entró, luciendo bastante pálida y humilde.
—No tienes que estar aquí. Ya no eres responsable de ella —informó la Princesa Luciana a Beth, pensando que había venido a reportarse a Alicia.