—Señor Reverale, ¿todo está bien? —preguntó ella, asomando el cuello fuera de la ventana para ver la carroza rota y a una dama que estaba al lado del camino.
—Sí, estaba pidiéndole a esta dama justa que viniera con nosotros en lugar de quedarse aquí varada hasta que reciba ayuda para arreglar la rueda rota —él se giró para darle a la mujer una sonrisa agradable, y ella le devolvió un asentimiento. La dama miró a Penélope, y aunque no había conversado con ella, dijo,
—Creo que el señor Reverale tiene razón. Deberías venir con nosotros. Nos aseguraremos de dejarte en tu residencia.
—Mi cochero fue a buscar ayuda —Penélope miró en la dirección de donde habían venido.
—¿Oh? No creo haber visto a nadie en nuestro camino hacia aquí. ¿Y tú? —la dama le preguntó al señor Reverale.
—Ninguno que pudiera recordar —él respondió.
—La madera aquí no es segura en estos momentos. Tenemos más de una habitación de sobra aquí —dijo la dama con una sonrisa radiante.