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Lo que siguió después de la risa fueron fuertes aplausos de los hombres que los rodeaban, pero ella no perdió el tiempo. Sabía que era para distraerla momentáneamente mientras los hombres se abalanzaban sobre ella.
No le importaba el ruido cuando volvió a girar su cuerpo. Esta vez, la silla conectó con algo diferente. En lugar de otro cuerpo, una mano había agarrado la pata de la silla, forzándola a mantenerse en su lugar.
Como estaba ligeramente encorvada, no podía ver nada más que las largas piernas de sus captores.
—Has luchado bastante bien —le dijo alguien, con una voz distinta a la del líder. Era áspera y grave, muy parecida a la de los hombres que conocía por fumar dos paquetes de cigarrillos al día.
—¿Eh? —Ella fingió confusión, pretendiendo relajar su cuerpo y finalmente rendirse. Justo cuando sintió que el agarre en la silla se aflojaba un poco, intentó saltar hacia atrás y lanzar un ataque sorpresa contra él.
¿Funcionó el plan? No.