Drayce se apresuró hacia Seren, quien yacía en la cama llamándolo en su estado inconsciente.
—Seren —la llamó mientras sostenía su delicada mano en la suya—. Su rostro cubierto por un velo se veía inquieto y sus ojos tenían lágrimas rodando por las esquinas.
—Dray, se ha utilizado poderosa magia negra en ella. Aunque le di un elixir, todavía necesita tu ayuda —escuchó Drayce al hombre alado que estaba atado a la pared detrás de él.
Aunque Drayce lo escuchó, ni siquiera miró a Aureus ya que toda su preocupación era Seren. En sus ojos, este hombre alado no era más que un extraño que podría haber herido a su esposa. Solo con sostener su mano, Drayce podía sentir que su cuerpo estaba frío y su pulso irregular y débil.