—Mi Reina, ¿sabe por qué su corazón está latiendo así?
Una sonrisa suave persistía en el rostro diabólicamente guapo de Drayce mientras hacía la pregunta hacia la joven mujer con la cara sonrojada. Porque él había presionado sus frías manos contra sus mejillas, sus cuerpos habían cerrado la pequeña distancia que inicialmente había entre ellos. Esto le permitió apreciar su apariencia velada de cerca, especialmente esos hermosos ojos morados como joyas.
La joven reina solo podía mirar fijamente sus ojos rojos con perplejidad. Era como si su cabeza estuviera en una neblina. Estaba confundida por la reacción de su cuerpo, y estaba aún más confundida por su acción. Quería alejar sus manos de su rostro, pero sus manos no soltaban las suyas; su fuerza era algo con lo que nunca podría competir.
Drayce continuó mirando a su esposa desconcertada, esperando obtener su respuesta. Toda su cara, incluso sus orejas, estaban rosadas bajo su intensa mirada.