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—Sí, Hermana Marie. Me pregunto por qué no las tienes. ¿Acaso tu esposo no te muestra amor y afecto? —bromeó Eva.
Marie se aclaró la garganta y frunció el ceño a la joven dama. —No puedo tenerlos ya que tengo que trabajar en el palacio y debemos vernos presentables. ¡Incluso si los tuviera, no los alardearía!
Luego, devolvió su mirada a Seren. —Cuando recién me casé, esto también me pasaba mucho, así que tenga por seguro, Su Majestad, que está totalmente bien. Desaparecerán por sí solos en uno o dos días, hasta entonces aplicaremos un poco de medicina para que mejoren más rápido y pondremos algo de maquillaje encima para ocultarlos.
Seren solo pudo asentir ya que Marie la había asegurado con tanta confianza. Con el corazón más tranquilo, se metió en la bañera mientras sus dos damas la ayudaban a lavarse.