Arlan se giró y siguió su mirada. —Ella había estado encerrada en esa torre desde el día que llegó al palacio. Escuché que no le permitían encontrarse o hablar con nadie más que con su niñera y así continuó hasta ahora, así que puedes imaginarlo.
—Hmm, puedo. —Tienes un gran desafío por delante. Debes ser paciente.
Drayce asintió. —Lo sé.
La atmósfera entre ellos era seria, pero luego Arlan dijo algo para aliviar a su amigo. —Por cierto, deberías dejar de sorprender a tu pueblo.
Drayce lo miró. —¿A qué te refieres?
—No están acostumbrados a verte tan reflexivo y afectuoso. No les des la impresión equivocada de que su rey temible se ha convertido en un caballero.
—Se acostumbrarán —respondió Drayce—. El significado era claro: no dejaría de hacerlo.