El corazón de Neveah latía inquieto dentro de su pecho, y Neveah tuvo que morderse fuerte el labio para calmar su desasosiego.
Neveah no estaba segura si era el extraño e inusual desdén por volar lo que ahora la inquietaba,
o los sonidos del aleteo y los gritos desde la lejanía... o si era el hecho de que actualmente estaba montando a nadie más que al Rey Dragón.
—Él es el que se ve más inconvenienciado por este acuerdo, no debo empeorar las cosas —Neveah se recordó a sí misma mientras se sujetaba con fuerza para mantener la estabilidad.
Neveah sabía lo que significaba para los de su especie montar un dragón, tenía demasiado significado para ellos como para ofrecerlo a cualquiera de manera tan casual.
Sin embargo, la urgencia de la situación no les dejaba otra opción... salvo, por supuesto, que el Rey Dragón hubiera decidido dejar atrás a Neveah a su suerte.