—¿Rosa? —llamó Celia, vislumbrando el vestido tan familiar de Rosalía mientras giraba por algún pasillo.
Celia suspiró aliviada mientras se apresuraba a alcanzar a Rosalía que aún no la había notado.
Pronto, Celia giró la esquina y vio a Rosalía justo cuando entraba en la sala ascendente.
—¡Rosa! —gritó Celia, apurándose para alcanzarla, se lanzó a la sala ascendente justo antes de que se cerrara.
La sala ascendente estaba vacía, a excepción de Rosalía que había entrado primero y Celia, que iba apresurada, no se detuvo a mirar detenidamente, en su lugar se recostó contra la pared intentando recuperar el aliento.
—¡Rosa! ¡Te he llamado varias veces! ¿Dónde has estado? Pronto será el momento de presentar el regalo, ¡y apenas ahora apareces! —reprendió Celia mientras la sala ascendente se cerraba.
Celia miró por encima del hombro hacia Rosalía cuando no recibió respuesta, pero sus ojos se abrieron horrorizados al encontrarse mirando a otra persona completamente distinta.