—Con el permiso de Su Gracia, me retiraré primero —añadió Neveah.
Esperó a recibir el asentimiento de Jian, que él le otorgó.
Neveah inclinó su cabeza en un arco y luego se despidió de la tienda, permitiendo magnánimamente a los señores dragones la privacidad que necesitaban para deliberar en su ausencia.
Claramente, a Jian no le agradaba ni apreciaba la presencia o la participación de Neveah... en lo más mínimo o nada en absoluto.
—Su Gracia lo considerará, puede estar segura de ello —una voz familiar aseguró a Neveah y ella se giró, sorprendida al encontrar a Dante.
El joven se apoyaba contra un soporte de espadas no muy lejos de la tienda del Rey Jian y no parecía que acabara de llegar.
—¿Estás... ¿espiando a Su Gracia? —Neveah exigió con el ceño fruncido.
—Oh no, solo ocurrió que escuché tus últimas palabras.