—El pasado ha ido... —Celeste murmuró en voz baja, recordándose a sí misma mantenerse centrada en el presente.
Estas experiencias pasadas al menos le habían enseñado que la familia no tenía consecuencia, los clanes y las razas realmente no importaban.
Lo que importaba era quien se sentaba en el trono y tenía el poder de mover el mundo.
—Porque el poder eclipsa la culpa, y los fuertes no pueden hacer nada mal. —Celeste murmuró las palabras que había mantenido cerca de su corazón todos estos siglos.
—¿Crees que soy hermosa? —Celeste le preguntó al hada en el tapiz, aunque sabía que esta vez no obtendría una respuesta.
Aun así, Celeste giró sobre sí misma, desplegando sus alas de obsidiana para que estuvieran completamente expuestas en toda su oscuridad.
Había una sonrisa melancólica en los labios de Celeste mientras se detenía, su mirada volviendo al tapiz.