—Tú... —Jian siseó oscuro, acercándose un paso a Neveah.
La intensidad de la rabia reflejada en esos orbes desparejos dejó a Neveah atónita y en silencio.
Neveah había esperado que el Rey Jian estuviera descontento, pero esto iba más allá del disgusto, era una ira plena.
A juzgar por la leve tensión en su rostro, parecía como si a duras penas se estuviera reprimiendo de abalanzarse sobre ella.
Neveah no estaba segura de qué era exactamente lo que había enfurecido tanto al Rey Jian, pero incluso el lobo de Neveah se encogió dentro de su mente en perfecto acuerdo con el gesto de dolor de Neveah.
—Su depredador está justo en la superficie, Veah, ten cuidado. —advirtió el lobo de Neveah.
Neveah no necesitaba realmente la advertencia, ya había notado el tenue resplandor en los ojos del Rey Jian.
—Yo... no debería estar aquí... —admitió Neveah.
Parecía que Neveah decía esta frase particular con demasiada frecuencia últimamente.