Azkar frunció el ceño ligeramente, aunque no era tan visible ya que sus rasgos estaban ocultos por su máscara facial negra, como siempre.
Estaba sentado en la caverna central de la morada del rey enano, habiendo finalmente acudido a la convocatoria del rey enano cuando le convenía, como ya había dicho Azkar.
Tenía un cáliz en su mano izquierda y hacía girar el contenido del cáliz en sus manos mientras se perdía en la interminable perorata del rey enano.
La Guerra se avecinaba, los enanos lo sabían y Azkar también. Todo era culpa de Celeste, pero Azkar era quien tenía que lidiar con las repercusiones.
El encuentro del golem trol con el Señor de Escamas Rubí había vuelto a sacar a la luz el mineral de adamantium, y ahora era obvio para los dragones que los enanos seguían minando el mineral asesino de dragones.
Azkar había hecho grandes esfuerzos para mantener esto oculto por el rey enano en honor a su alianza, pero al final, alguien de su lado había complicado las cosas.