Los ojos de Adrienne se abrieron de par en par y su mirada se dirigió de golpe hacia el vidente.
Su sangre se heló, no podía ni siquiera discernir si las palabras del vidente eran una amenaza, pero fuera lo que fuesen, la vida de Adrienne y la de todo su clan dependían de ello.
Si esta verdad alguna vez saliera a la luz, Adrienne sabía con certeza que toda la especie Fae sería exterminada.
El Rey Dragón Jian era muchas cosas, pero misericordioso no era una de ellas.
El Rey Jian era conocido por ser mucho más cruel que cualquiera de los reyes dragón anteriores a él y, más allá de eso, era un hombre justo que se aferraba firmemente a principios y moralidades.
No era ni siquiera cuestión de discutirlo, el Rey Jian nunca perdonaría a las tribus Fae.
—¿Qué... qué quieres...? —balbuceó Adrienne, perdiendo completamente la compostura ante el terror que sentía.