El sol había salido completamente ahora y en el momento en que Adrienne salió del nivel de tierra del Guardián del Dragón, exhaló un suspiro de alivio al dejar atrás el aura helada.
Adrienne también había entendido que el Guardián había caído en un estado tan insoportable debido a la ausencia del Rey Dragón.
Él era la luz de la fortaleza... el dragón más fuerte y poderoso, el más noble y potente entre su especie, un hombre cuya mera presencia traía vida al Guardián mismo.
Adrienne siempre había sabido que el rey dragón era el único, él era su elección desde el primer momento y Adrienne nunca se había arrepentido.
—Su Gracia debería regresar pronto... el Guardián no es el mismo sin él. —Adrienne murmuró en voz baja, ajustándose más el abrigo de piel.
—Al menos... cuando él vuelva a partir, debería poder acompañarlo. Debo asegurarme de estar en su buen favor con esta oportunidad. —Adrienne añadió.