—Era precisamente por esto que nunca podría dejar que el asistente estuviese libre —Adrienne pensaba para sí misma con desdén.
Todos, al parecer, veían con buenos ojos que un forastero asumiera una posición de influencia en Guardián del Dragón mediante lo que Adrienne consideraba métodos desagradables.
Pero Adrienne se aseguraría de ello ella misma... o quizás no tendría que hacerlo.
Adrienne acababa de descubrir un método más eficiente, uno en el que no tendría que mover un dedo y ella sabía exactamente lo que tendría que hacer de ahora en adelante.
Adrienne no dio respuesta a las palabras de su hermana, su expresión no mostró cambio alguno, Adrienne había adquirido tal gran dominio de su fachada que se mantenía incluso en presencia de su familia más cercana.
Las palabras de Keila no intimidaban a Adrienne, con el tiempo, sería la única persona a la que ni siquiera la Guardia del Rey se atrevería a intimidar.