La luz de la luna cedió paso al resquebrajarse del amanecer, las primeras rayas de luz diurna brillaron a través de la oscuridad y, al asentarse la aurora sobre el Resguardo del Dragón, los ojos de Neveah parpadearon abriéndose como por obra de un mecanismo.
Un quejido silencioso escapó de sus labios mientras levantaba una mano para frotarse los restos de sueño de sus ojos, se sentó en su cama y pasó una mano por su cabello, apartando los mechones que caían sobre su rostro.
—Preparar el desayuno para Xenon... lavar su ropa, ordenar su cueva, rellenar un informe sobre sus necesidades...hacer esto, hacer aquello... —murmuró Neveah en voz baja para sí misma, recordándose algunas de las tareas que debía atender.
Al levantarse de su cama, se dirigió a sus ventanas y corrió las cortinas, permitiendo que la tenue luz iluminara su habitación.