—Eso es suficiente por hoy, deberíamos regresar para que puedas descansar —dijo Alfa Dane a Neveah mientras le extendía una mano. Neveah tomó su mano ofrecida y le dejó ayudarla a levantarse.
Neveah soltó un quejido de dolor en voz baja mientras estiraba sus miembros para aliviar el dolor que sentía por todo el cuerpo, sus músculos gritando de agotamiento tras horas de entrenamiento.
—¿Es terriblemente doloroso? —preguntó Alfa Dane cuando Neveah soltó otro gemido de dolor.
Neveah levantó una mirada vacía hacia él, preguntándose cómo podía siquiera hacerle tal pregunta después de haberla enviado al suelo y contra los árboles más de una docena de veces en el espacio de unas pocas horas.
Y nunca lo hacía con suavidad ni delicadeza, siempre recordando a Neveah que su enemigo no sería suave ni delicado.
Neveah comenzaba a sentir que un día de estos se rompería en mil pedazos y no viviría siquiera para encontrarse con un enemigo.