Abriéndose paso por la ciudad, Shiro decidió encontrarse primero con sus hijas ya que tenía un mal presentimiento en el corazón.
Al llegar a la cantina, hizo una pausa por un momento ya que sintió como si acabara de tener un infarto.
Mirando a Yin, que estaba siendo retenida de entrar en la cocina, especialmente con un montón de platos y cuencos vacíos detrás de ella, Shiro no quería más que retroceder el tiempo y ver cómo diablos había pasado esto.
—¡Yin! —Shiro gritó mientras avanzaba apresuradamente.
—¡Mamá! ¡No me dejan comer! ¡Me están matando de hambre! —Yin se quejó.
Las personas que retenían a Yin se palidecieron ya que no querían tener problemas con la anciana.
—¡Cállate! —respondió Shiro al instante y le dio un manotazo en la cabeza.
—¿Qué está pasando? —preguntó Shiro al personal.