—Déjame en el café al otro lado del edificio —Cielo se recostó, lanzando una mirada al asiento del conductor—. Me encontraré con Paula.
Oso se mordió la lengua para evitar decir algo innecesario. Ya era bastante bueno que pudieran hablar de cosas, pero había una cierta línea que sabía que no debería cruzar.
—¿Debería acompañarte? —preguntó Oso mientras entraba al camino que lleva al edificio.
—No hace falta. Solo me reuniré con Paula al otro lado de la calle —Cielo clavó sus ojos en la ventana—. Aunque espérame en el vestíbulo. Quiero recoger a Basti.
—Está bien.
Con eso dicho, Oso condujo lentamente y se detuvo en el café del que ella hablaba. Cuando volteó hacia atrás, Cielo ya había abierto la puerta y bajado del coche. Sus labios quedaron entreabiertos, incapaces de decirle lo que quisiera mientras ella cerraba la puerta de un golpe.
—Supongo que eso significa que cruzará la calle cuando me necesite —murmuró para sí mismo, encogiéndose de hombros.