El niño llamado Huhu miraba a Mo Qiang emocionado, quien le devolvía la mirada con una expresión de shock e incredulidad en su rostro. Mo Qiang era buena con los niños, pero odiaba desesperadamente a aquellos que eran tan enérgicos.
Cuando estaba en el orfanato, no podía siquiera contar el número de veces que niños como Huhu chocaban contra las ollas y sartenes, haciendo que toda la cena se derramara en el suelo del comedor.
Aunque se disculparan después, ¿de qué servía una disculpa? ¿Acaso una disculpa le llenaría el estómago?
Más importante aún, ella amaba la paz y la tranquilidad. Este niño no parecía en lo absoluto alguien a quien le gustara el silencio —parecía ruidoso, bullicioso e indomable.
—Yo... renuncio, adiós —al terminar de hablar, Mo Qiang se giró para salir de la habitación pero fue detenida por Xiao Jiao, quien se le plantó en la cara y dijo apurada:
—¡Mira sus estadísticas! ¡Mira sus estadísticas primero!