Ansel se irguió, adoptando algo parecido a una pose profesional (tan profesional como sentarse con las piernas cruzadas en el suelo permite).
—La gente ya ha entrado en hábitos: ir a trabajar, entrenar, ganar dinero. Arriesgar sus vidas afuera se ha normalizado. Aunque ya no gritamos ni nos quejamos tanto, eso no significa que la gente no esté acumulando cosas en su interior —les dijo, acercándose para convencerla más efectivamente—. Están empezando a necesitar un poco más… de válvulas de escape.
—Y no hablo solo de paisajismo —añadió—. Los jardines están bien y todo eso, pero ahora somos un grupo con mucha energía, tuvimos que serlo.
—Sin mencionar, hay cada vez más reportes de altercados. ¿Quizás deberíamos construir una especie de arena?
No estaba ni siquiera exagerando. Cuanta más gente hubiera, más desacuerdos surgirían. Combinado con el ambiente estresante, los altercados eran inevitables.