En Un Supermecado ,Félix, sumido en su turno de medianoche, se entretenía con videos en su celular mientras esperaba el relevo. Las manecillas del reloj avanzaban inexorablemente y, al notar que las 1 de la madrugada se acercaban, soltó un suspiro y murmuró su deseo de que su vida se volviera más emocionante que las cajas de cereal en la tienda.
El relevo finalmente llegó, y Félix se encaminó hacia la bodega para librarse del uniforme como si estuviera despojándose de las capas de un superhéroe del retail. Al ponerse su ropa, el collar morado brilló de manera casi cómica, pero Félix, inmerso en sus pensamientos, no notó el destello, estaba ocupado imaginando ser el campeón del mundo del embalaje.
Salió, saludó al que lo reemplazó con una mezcla de cansancio y entusiasmo, y al abrir la puerta corrediza del supermercado, la realidad decidió jugarle una broma cósmica. Ante sus ojos, la tienda se transformó en un escenario postapocalíptico. Félix, en un giro digno de una telenovela, se preguntó si acaso la falta de sueño estaba afectando su percepción o si alguien le había metido algo en el café de la pausa.
La aparición de un zombie, sin embargo, hizo que la risa se le congelara en la garganta. Corrió como si estuviera en una competición olímpica de esquivar muertos vivientes, pero sus piernas, agotadas del turno, no colaboraron. Tropezó, cayó, y para añadirle drama a la escena, pisó lo que solo podía describirse como una sorpresa de la vida menos agradable. "Hoy definitivamente no es mi día de suerte", pensó mientras se levantaba.
La multitud de zombies que se aproximaba le hizo darse cuenta de que este no era el típico día laboral. En un giro argumental más abrupto que un final de temporada, Félix fue teletransportado de nuevo a su mundo, colapsando inconsciente en plena calle.
Un vecino, al presenciar este espectáculo, se llevó las manos a la cabeza, pensando que la cuarentena le estaba afectando más de lo que pensaba. Dos horas después, Félix recobró el conocimiento, y al incorporarse, se encontró con la mirada incrédula del vecino, quien decidió tomar el camino más sensato y alejarse corriendo.
Despertó con una sensación de déjà vu persistente, como si su vida hubiera sido una repetición de programas de televisión aburridos. A pesar de ello, como si todo hubiera sido un sueño extraño después de una maratón de programas nocturnos, Félix continuó su día, dirigiéndose hacia la universidad con una mezcla de valentía y paranoia, sin saber si el próximo giro de la trama le esperaba a la vuelta de la esquina.