Emerald Ruffalo pelaba meticulosamente la manzana, cortándola pacientemente en rebanadas finas y precisas antes de acomodarlas ordenadamente en un plato. Mientras observaba a su padre intentando entablar conversación con la Tía Eliza, no podía evitar considerar cómo el accidente de la Tía Eliza había sido tanto una bendición como una maldición.
Por un lado, por fin había podido acorralar a Isabella y asustarla para que aceptara dejar a aquel poderoso hombre así como a este país. Ahora, todo lo que tenía que hacer era llevarla allí, y luego haría arreglos especiales para ella que le permitirían exhibir a Ian Frost y hacer que él también odiara a Isabella. Esto cortaría con éxito cualquier posibilidad de que ella regresara.
Pero lo que estaba sucediendo ahora era una maldición. Gio Ruffalo tenía tanto miedo de perder a su esposa que no estaba dispuesto a decir o escuchar ni una sola cosa mala sobre Isabella porque a su esposa no le gustaba.