—Debe ser destruido —dijo Melina con urgencia.
—¿Quién? —pregunté—. ¿Ese pequeño niño que ni siquiera tiene un mes de nacido?
No pude evitar el tono de burla en mi voz.
—Es peligroso. No entiendes. Puedo verlo. Su futuro. Es… peligroso.
Miré a Melina, una mujer en la mitad de sus veinte. Ella era una maga oscura, pero una que odiaba a Azul. Azul mató a su hermano, que también era un mago oscuro. La razón nunca fue clara. Pero supuse que fue algo aleatorio.
Melina tenía un poder muy especial. Podía, aunque muy raramente, tener visiones del futuro.
—Él será la muerte de muchos —dijo Melina—. Debemos deshacernos de él.
—No voy a matar al hijo de mi hermana —dije.
—El hijo de tu hermana, pero es peligroso. Debes entender, Cian —insistió—. Tampoco quiero matar a un niño. Pero no tenemos elección.
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