—¿Dónde dijiste que quieres encontrarte con él? Supongo que no es en el palacio —dijo él con conocimiento.
—Sí, le escribí que la torre del reloj central sería un buen lugar —dije—. Iremos encubiertos. ¿Está bien?
—Mm, no es mala idea —dijo y tomó un sorbo de su vino—. ¿Cuándo?
—Alrededor de las ocho —respondí—. El lugar estará lleno a esa hora, así que no creo que nos noten mucho. La torre del reloj central cierra a las diez, ¿verdad? Tendremos dos horas disponibles.
—Eso está bien —dijo.
—No parece que te guste —dije.
—No me gusta el hecho de que tenemos que reunirnos con él. Todo lo demás está bien —murmuró.
—Dem, no nos estamos reuniendo con él sin razón. Necesitamos saber qué está escrito en ese papel.
—Lo sé... ¿No es por eso que lo estoy soportando?
—... De todos modos, no escribí sobre el asunto de los rebeldes en la carta —dije—. Te dije que iba a hacerlo, pero no lo hice.
—Sí, ¿no será porque prefieres decírselo tú misma cuando nos encontremos con él?