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93.89% Un Rudeus diferente / Chapter 175: Sieghart Saladin Greyrat.

Capítulo 175: Sieghart Saladin Greyrat.

Cuando los hombres amados abrieron una brecha en el campo de fuerza , el tipo que parecía el líder se acercó a nosotros con lanza en mano, pero no noté que fuera alguien agresivo.

— Mucho gusto, me llamo Rudeus Greyrat, y ellas son mis esposas y mi hijo. He venido aquí a bautizar a mi niño en la montaña de Aluce por órdenes de su majestad, el rey dragón acorazado Perugius Dola, —dije haciendo un saludo noble.

Pero el tipo me miró con cara confundida, y habló en una extraña lengua, que nada tenía que ver con el idioma demoníaco, ferál, o los idiomas humanos del continente central o Begarit.

— Creo que es idioma del Dios del cielo, —le dije a las chicas.

— No me digas, Einstein, —me dijo Nana dando un resoplido. — ¿Cómo nos vamos a comunicar con ellos entonces?

— Deja de ser sarcástica amor. No te preocupes. Orsted me dijo qué debería hacer, —dije, sacando unos papeles que le mostré al líder. Los cuales leyó y abrió mucho los ojos.

— Perugius, —fue lo único que entendí que dijo, y todos hicieron una especie de saludo estirando ambos brazos hacia nosotros y juntando sus alas, para después hacernos pasar a la ciudad, villa, villorio, o como quieran decirle. Había mucha gente del cielo alrededor y muchos se acercaban al líder, seguramente a preguntar quienes eran los extraños, El líder les decía algo y por alguna razón, le tocaban los pies a Siegh, pero lo hacían con mucho cuidado y respeto. Quién sabe qué significará para ellos que Perugius nos enviara a esa colina. Debe ser algo sagrado para estos tipos.

Por cierto, la gente del cielo tiene bellos rostros. Son rubios, de ojos celestes y hermosos, es decir, el sueño mojado del pintor austriaco, ya saben, el del bigote gracioso.

Con esas alas y al verlos volar en círculos por el cielo sobre nosotros , me hizo recordar esa película Legión de ángeles. Por un momento me sentí algo incómodo viéndolos, pero mis temores pasaron rápido al ver que todos ellos nos sonreían. Parecían personas muy amables, considerando el carácter de mierda de Silvaryl, esta gente es muy humilde. Mmm, tal vez se le pegaron las malas costumbres de Perugius y la raza dragón, aunque solo conozco a Perugius y Orsted. Como sea. Mmm, ahora que lo pienso, Orsted me dijo que la antigua tribu de dragones tenían alas, pero él no tiene por su lado humano. Pero Perugius es un dragón puro, pero nunca le he visto alas, o tal vez las tiene retraídas tras de su armadura. Jajajaja, tal vez en las noches sale volando con Silvaryl y hacen posturas sexuales aéreas. Jajajajaja.

— Rudy, ¿en qué estás pensando? Estás sonriendo como un idiota, —me dijo Nanahoshi.

— Nada, solo pensaba que esta gente es muy sencilla y amable, en comparación con Silvaryl.

— ¿De qué hablas? Ella es muy amable, —me dijo Eris.

— Pffff, contigo lo será, por alguna razón tú le agradas, amor. A mí solo me soporta porque Perugius me estima.

— Oigan, chicos, dejen de hablar de Silvaryl. Puede que alguno de ellos sea su familiar, —nos regañó Silphy.

— No se muestran asustados por mi cabello o el de Sieghart, —dijo Roxy.

— Sí, bueno, Orsted me contó que la gente del cielo, hasta la segunda gran guerra, odiaban a los demonios, pero no se involucraron en la guerra de Laplace, así que no saben de los Superd o Laplace ni de la maldición del pelo verde. Por eso tal vez aún usan lanzas. Además, han pasado miles de años, ya estas generaciones no deben recordar el odio a lo demoníaco.

— Ya veo. Ojalá todas las personas fueran iguales, —me dijo Roxy.

Nos hicieron pasar a un edificio de 3 pisos, hechos de barro, piedra, huesos, paja (de trigo) y madera, donde fuimos recibidos por el sabio de la ciudad. A quien nuevamente le pasé las transcripciones que me dio Orsted. Después de leerlas, acarició los pies de Siegh, y nos dio la bienvenida, ya que nos trajeron comida, agua y licor, y nos asignaron un edificio donde dormir. Aunque era incómodo, porque la cosa es que no tienen escaleras ni puertas, y entran por el techo o grandes ventanas que están en alto. Bueno, habría sido un problema si no pudiera usar gravedad para subir con todos. Como sea, esa noche la pasamos ahí, en la ciudad de Aluce.

— Imaginaba otra cosa de este continente, —dijo Roxy.

— Sí, yo igual. Como te dije cuándo imaginé la ciudad, me la imaginé como la Ciudad del Vaticano, y edificios así como la Capilla Sixtina o de las grandes catedrales de mi mundo anterior. Y me imaginé a la gente del cielo vestida elegantemente como Silvaryl y con máscara como ella, no vestidos con traje de cuero con plumas y a rostro descubierto. Aunque todos son personas atractivas, Silvaryl debe ser muy hermosa bajo esa máscara. Con razón Perugius se la come. Jajajajaja.

— ¡Aaaagh, qué vulgar eres, Rudeus Greyrat! Deja de decir esas vulgaridades delante de nuestro hijo, no estas en una cantina con tus amigotes —me regañó Silphy. — ¡Y tú, Eris, deja de reírte! No lo alientes.

— No me estoy riendo, —le dijo Eris, mirando para otro lado.

— Claro que sí, siempre le celebras las tonterías a Rudy.

— Jajajaja, perdón. Es que me imaginé a Perugius agarrando de las alas a Silvaryl y metién…

— ¡Basta, Eris! — Le dijo Silphy, roja de ira.

— Perdón, perdón. ¿Qué mal humor tienes? — Dijo Eris, sonriendo.

Mientras Nana y Roxy se miraban a los ojos, suspiraban y meneaban la cabeza en desaprobación.

— Oye, Rudy, ¿son grandes las iglesias de tu mundo?, cambio el tema Roxy.

— Mmm, bueno, sí. Pero la más hermosa es la Ciudad del Vaticano, en Roma. Aunque nunca la conocí solo la vi por TV , en mi ciudad natal yo rara vez iba a la capilla de donde vivía, solo para bautizos o funerales. Ni siquiera hice la Primera Comunión, Aunque en la ciudad donde vivía, había una iglesia muy bonita de estilo gótico, parecía una iglesia europea, a pesar de ser de una ciudad pequeña esa iglesia destacaba mucho.

— ¿Qué es eso de primera (....) ¿que? — Preguntó Roxy con curiosidad. Así que le expliqué el rito católico. Después le preguntó lo mismo a Nana, y ella le explicó el rito de los sintoistas.

— Vayas, sus religiones eran diferentes, —dijo Roxy. — La tuya, Rudy, se parece mucho a la Iglesia de Milis.

— Sí, pero no era practicante, —le dije. — Aunque sí celebraba la Semana Santa y Navidad, pero más que nada por tradición.

— Yo también celebraba Navidad en Japón, —dijo Nana.

— ¿También celebraban el nacimiento de Cristo? Creí que no eran cristianos.

— No lo somos. Solo nos damos regalos como ustedes.

— Jajajaja, sí bueno, no mentiré, en Occidente ya mucha gente ni recuerda por qué se celebra y se centra en los regalos. Cuando era pequeño, recuerdo que en la Iglesia nos daban chocolate caliente a pesar de que era pleno verano. Y a media noche, antes de darnos los regalos, poníamos en el pesebre la figura del niño Dios. Jajajaja, no era muy creyente en esa época, y ahora, bueno, ahora ya no creo, ya que reencarné y eso echó por tierra la religión de nuestro mundo. Pero eran lindas tradiciones, —dije con nostalgia mientras sostenía a Siegh, que dormía.

— Sí, bueno, para mí solo era época de regalos, jajaja, —dijo Nanahoshi.

— O sea, para ti Navidad es como lo es Halloween para nosotros: una costumbre extranjera que adoptaron.

— Así es, —dijo Nana, quien se acurrucó a mi lado.

— Es una costumbre bonita, —dijo Roxy. — ¿En qué fecha era?

— Era en verano, el 25 de diciembre.

— Eso es en invierno, Rudy, —dijo Nana.

— Bueno, dependía del hemisferio, pero era 4 días después del solsticio de invierno en el Norte, y de verano en el Sur, para que te hagas una idea Roxy, cortabamos un pino y lo entrábamos a casa donde lo adornabamos con luces y esferas, aunque cuando crecí, mis padres de esa vida dejaron de comprar un pino natural una vez al año y ya solo usábamos pinos artificiales,— reflexione .

— Sabes, Rudy, deberíamos hacer eso para nuestra familia,a los niños les encantaría que (...) —dijo Nana. Pero de pronto se quedó callada,como recordando algo y vi lágrimas en sus ojos.

— ¿Estás bien, amor?—le pregunté

— Sí, tranquilo, —me dijo mientras me quitaba a Siegh y lo acunaba en sus brazos.

— Me gusta esta gente, —dijo Silphy, rompiendo el silencio. — Se ve como gente normal. Solo conozco a las personas del continente central. ¿Son todos así? Rudy— Preguntó Silphy.

— Bueno, sí. En el continente demoníaco también son personas amables. Con algunas cosas diferentes, pero todas las personas son gente normal. Los feráles, vivían en ciudades sobre los árboles, nunca vi las ciudades de los enanos, los elfos o los hobbit, pero de seguro todos son personas comunes y corrientes, —le dije, abrazándola. Silphy me sonrió, y se acurrucó en mi pecho.

— Silphy, amor, ¿puedo preguntar algo que podría ser doloroso para ti? .

— ¿Qué cosa?, Rudy

— ¿Qué hay de tu otra abuela?, por parte de tu madre.

— No lo sé. Mamá me decía que su madre nunca la amó. De hecho después de que murió su abuela y al ser más humana que ferál, el esposo de mi abuela la trataba como una esclava, papá tuvo que huir con ella del Gran Bosque gracias a un amigo ferál que los ayudo. Aunque mamá dice que la abuela de ella era cariñosa. Ella era una mujer de la tribu Adoldia. Mamá me contó que su abuela quedó embarazada de un noble de Asúra , e iban a huir juntos, pero los atraparon y los obligaron a separarse. Nunca sabré quién fue mi bisabuelo. Mamá decía que su abuela se ponía triste al recordarlo. Creo que ella amó mucho al bisabuelo.

— Ya veo, —dije.

—¿ Así que tienes sangre Adoldia? , Silphy, —le dijo Eris, mirándola con una pervertida sonrisa. Haciendo que Silphy se sonrojara y le sonriera.

Nos acurrucamos los 5 esa noche, y nos dormimos. Nanahoshi se durmió con Sieghart en sus brazos.

A la mañana siguiente partimos hacia el templo. El jefe de la aldea nos indicó con gestos cómo llegar. Además, nos dieron comida, hierbas que creo que es medicina, y una figura hecha con un palo y plumas de sus alas, que creo que representa a su dios o tal vez es un amuleto. Cuando nos retirábamos, nos dieron un saludo cruzando sus brazos en su pecho, bajando la cabeza y cubriéndose con sus propias alas.

Así que partimos rumbo a la colina, que estaba a la vista, a unos 10 km.

— ¿Por qué Perugius es tan famoso aquí? — preguntó Roxy.

— ¿Creí que lo sabías? Siempre pasas leyendo como una ratona de biblioteca, enanita.

— No me llames así, Eris, —dijo Roxy, inflando las mejillas.

— Cuando Perugius casi murió en el continente demoníaco, escaló hasta el continente Celestial, y aquí encontró una técnica secreta de la tribu dragón. Cuando la obtuvo, regresó con 12 familiares, y se unieron a los 7 héroes. Y luego de eso, derrotaron a Laplace. Aunque solo sobrevivió Perugius y Kalman, el Primer Dios del Norte. Aunque no se sabe muy bien cómo fue, pero todos dicen que Urupen dio el golpe final, —explicó Eris.

— No sé cómo habrá sido. Solo sé que Kalman era un demente para ir solo al Fuerte Necross a derrotar a Atofe y acostarse con ella, —dije.

— No te vi diciéndole a Atofe que Kalman era un loco mientras le mirabas las tetas, Rudy, —dijo Roxy.

— ¿Tú qué? ¿De qué está hablando? — exigió Nana.

— De nada. Cuando la derrote y se volvió a unir después de destruirla con la explosión galáctica, yo (...).

— Maldición, Rudy, ¿qué tienes tú con ese anime de ancianos? Le copias todo a esa estúpida serie de mitología griega.

— Retractate inmediatamente, Nanahoshi Shizuka.

— No, —dijo, inflando las mejillas.

— Ya basta, ustedes dos parecen un par de niños, —nos regañó Silphy. — ¿Cómo es eso que le mirabas las tetas, Rudeus Greyrat? Y quiero una explicación no sexual.

— Es que las tenía azules, mi amor. Pero quiero dejarles claro que ustedes 4 tienen mejores tetas.

— ¡Oooh por favor, no seas mentiroso, Rudy! Yo apenas si tengo tetas, —me dijo Roxy, acusativamente.

— Bien, bien. Podemos dejar de hablar de tetas y concentrarnos en el camino, —dijo Eris.

Solo le guiñé un ojo. Sin quererlo, mi esposo me sacó de esta discusión que solo me estaba llevando a quedar mal con las chicas.

Pasamos cerca del campo de flores blancas somníferas, que nos dijo Orsted, y entre medio divisamos al monstruo que acecha ahí el planeador del cielo, de hecho casi todos los monstruos aquí son voladores, excepto los avestruces, aunque los desgraciados si son carnivoros.

Si bien no pisamos los campos de flores, su aroma nos aletargo, y a Siegh, de hecho, lo hizo dormir. Pero Orsted me había dado unas frutas amargas que usamos para reponernos. Al no dormirnos, el monstruo jamás nos atacó, así que lo dejamos en paz.

Cuando estábamos cerca de la colina, de pronto Eris nos dio la señal de agacharnos, haciendo que ella mirara. Y nos topamos con un águila de 10 metros, llamada Gran Mandíbula. Aunque yo la llamaría Tremendo Pico.

— ¿Qué hacemos? — Le dije a Eris.

— Pásale a Siegh a Nana. Yo lo mataré, y tú y las chicas, apóyame con magia.

— Bien, —le dije. Así que le pasé el bebé a su madre de pelo negro, quien se ocultó bajo una piedra con pistola en mano por si la atacaba otro monstruo. Y nosotros nos concentramos en el pájaro gigante.

— Oye, Rudy, mira atrás del pájaro, —me dijo Silphy. Y ahí se veía la entrada a un templo, aunque parecían unas ruinas. Antes de pensar eso, Eris dio un grito, alertando al águila. Pero Eris era demasiado rápida y le dio con la espada de luz. Pero no lo mató. El pájaro trató de huir, pero lo capturé con pantano y las chicas le destruyeron las alas con magia, para que Eris le. Diera un golpe letal con la espada de luz al cuello. Para que no sufriera, lo rematé con un cañón de piedra a la cabeza.

— ¿Todo están bien? — Pregunté, y todos asintieron. Así que tomé a Siegh y lo puse en mi espalda nuevamente. Cuando llegamos donde estaba Eris, esta miraba al ave, que yacía muerta ahí en el pantano que creé. Silphy lo miraba muy curiosa. Debe ser la primera vez que ve un monstruo tan grande.

— ¿Qué pasa, Silphy?

— Nada, Rudy. Es que nunca había visto un pájaro tan grande.

— Sí, ¿te fijaste qué grueso tiene el cogote? — Le dije.

— Sí. Era un pajaro formidable formidable.

— Silphy, este pervertido te está tomando el pelo, —le dijo Nana, malhumorada.

— No entiendo, —dijo Silphy, ladeando la cabeza.

— Jajaja jajajaja, (...) oh, oh.

— ¿Qué pasó, Rudy? — Preguntó Roxy.

— Creo que Siegh me…meo, —justo cuando dije eso, mi hijo empezó a llorar, y de hecho me dio tremenda meada. Me llegaba a salir vapor de la espalda.

— Yo lo cambiaré, —dijo Nana, mientras Roxy la ayudaba.

— Rudy, quítate la armadura y la túnica para lavarlas, —me dijo Silphy.

Y así me tuvieron en ropa interior por media hora mientras Silphy lavaba y secaba mi ropa. Hacía un frío de mierda, pero convencí a Eris para que me abrazara, y así no sufrir tanto. Una vez estuvimos listos, partimos hacia el templo. A la entrada tenía el símbolo de la tribu dragón.

— ¿Quién estará aquí? — Preguntó Silphy.

— No lo sé. Tal vez el rey dragón Maxwell, o Sillard.

— ¿Qué no estaban muertos? — Dijo Eris.

— No lo sé. Se suponía que había muerto en el colapso de los 6 mundos (…) pero ya sabes que se reencarnar, dije mientras hecha a un vistazo hacia el interior.

— Oye, Rudeus , entra de una maldita vez, —me dijo Eris.

Así que invoqué un espíritu de la luz y entramos lentamente.

— ¿Hay alguien aquí? — Dije, pero nadie contestó. Pero parecía que alguien estaba en este lugar. Llegamos hasta donde habían unas escaleras que bajaban a otro nivel. Cuando llegamos, nos encontramos con un manantial, y dentro de éste había un círculo mágico que emitía una luz azul. Y por un lado, un sendero que daba a Dios sabe dónde.

— Ya pasen, no hay peligro, —dije. Pero cuando decía eso, escuché pasos desde el sendero. Pero no sentí que fueran enemigos.

— ¿Quiénes serán, Rudeus? — Preguntó Eris.

— No lo sé. Tal vez gente de la raza dragón. Déjame hablar, —dije. Pero la verdad, me decepcioné cuando vi que eran Almanfi y Sylvaril.

— ¿Qué está pasando? — Pregunté confundido.

— Llegaste bastante rápido, Rudeus Greyrat, —dijo una voz que venía de un costado. Cuando miré, Perugius apareció por ahí.

— Escuché que un Gran Mandíbula merodeaba por ahí fuera, pero me imaginé que no sería rival para ti, —dijo sonriendo.

— Mi señor, mire ahí, un demonio, —dijo Sylvaril, mirando a Roxy con reproche.

— ¡Uummf! No importa, —dijo Perugius. — Déjala entrar. ¿Qué esperas, Rudeus Greyrat? Pásame al niño, —exigió Perugius, estirando sus brazos.

Sylvaril se acercó a Silphy y secamente le pidió que le entregara al bebé. Silphy se puso pálida y me miró negando con la cabeza.

— ¿Qué? ¿Su majestad lo va a bautizar? — Dije, tanteando el terreno.

— Así es, —dijo Sylvaril. — ¿Hay algún problema?

— No, —le dije a Sylvaril, haciéndole un gesto a Silphy para que le entregara al bebé. Esta suspiró y se lo pasó.

Sylvaril lo tomó con mucho cuidado y lo envolvió con sus alas para luego arrodillarse y pasárselo a Perugius.

El lo tomó y lo llevó al altar.

— Mmm, pelo verde, orejas un poco puntiagudas, ojos brillantes. Pero aún así, gentil. Es un buen niño.

Mientras decía eso, yo estaba asustado, pero lo que pasó a continuación me tranquilizó. Perugius tomó agua del manantial con ambas manos, luego cruzó sus manos en su pecho, tal como lo hicieron la gente del cielo, y agachó la cabeza. Y estuvo así por unos segundos mientras Siegh estaba en el altar.

Luego, acercó sus manos a mi hijo y le acarició la mejilla.

— En el nombre del Rey Dragón Perugius, yo otorgo mis bendiciones a este bebé, a este retoño de la humanidad. Ahora te bautizo con mis propias manos y te bendigo, para que este niño pueda salir de su cascarón y pueda crecer fuerte, sabio y gentil. Yo te otorgo el nombre de Eh (...), Saladin.

Cuando dijo eso, la mano de Perugius brilló de amarillo, y lo mismo el manantial, iluminando la pila bautismal.

Cuando la luz dejó de brillar, Perugius le pasó el bebé a Sylvaril, y esta se lo entregó a Silphy, que aún estaba muy confundida.

— De hecho, yo también estaba confundido.

Perugius se puso de pie y se acercó a mí.

— No sé qué demonios estabas pensando que iba a hacer, pero desde que vi a ese niño, supe de inmediato que no era Laplace. Yo jamás lo hubiese confundido.

— ¿En serio?

— Claro que sí. Almanfi es mis ojos. Su pelo tiene un tono diferente de verde, no tiene ojos demoniacos, y su poder mágico no es tan impresionante. Además, no tiene esa maldición que hace que todos lo odien.

— Y no podías decírmelo antes, mira a Silphy, estaba muerta del susto, le dije algo molesto.

— Es que hubiese arruinado la sorpresa, —me dijo el desgraciado. — Por eso te hice venir acá y así despejar sus temores. Esta agua cambia a rojo si hubiese sido Laplace, pero como viste, se volvió amarilla. Su rasgo de Laplace es fuerte pero nos es el . ¿No has notado su fuerza? Pues no es un Miko, pero a su corta edad puede usar aura de batalla, algo que Laplace nunca pudo hacer.

— De hecho, sí lo noté. Me rompió un dedo.

— Jajajajaja. Bien hecho, Saladin, —dijo el viejo, sonriéndole a mi bebé.

— Entonces, ¿por eso mandaste a Almanfi?.

— No, de hecho eso fue coincidencia, —dijo, mirando a Nanahoshi. — Pero justo estaba naciendo tu hijo. Por cierto, Nanahoshi, gracias por no decirle la verdad.

— Tú lo sabías, amor, —le pregunté.

— Bueno, sí, Rudy, pero su majestad me pidió no decir nada. Lo siento, Silphy, sé que estabas asustada, pero su majestad me hizo prometerme no decirles que sabía que Siegh no es Laplace.

— Entonces, ¿por qué todo este show? — Pregunté.

— Hace muchos años, Asura tenía la costumbre de que los padres debían viajar a la tierra donde nació el padrino para que este lo bautice. De hecho, ya te lo había dicho cuando me contaste que Ariel te tomó como padrino de su hijo.

— Sí, lo recuerdo. Entonces, ¿aquí nació usted, majestad?, pregunté.

— Sí. Este templo lo construyó el segundo Dios Dragón, mi padrino. Aquí nací hace muchos años, sin saber cómo había llegado. Me crié con la gente del cielo, y cuando crecí , vague por el continente central. Fue Urupen quien me encontró Cúa do trabajaba de aventurero y me dijo cuál era mi nombre, el nombre de mi madre y mi padre. Aunque nunca me dijo el nombre de mi padrino. Jajaja. En fin, lamento hacerlos preocupar, —me dijo. — Desde ahora, pueden llamar a este niño Saladin.

— Gracias, majestad. Pero yo (…)

— Ha, ha, ha, no necesitas agradecerme. Es un pequeño regalo de mi parte, —dijo, agitando la mano mientras se ponía de pie.

— Gracias, majestad, —dije, haciéndole una reverencia, de todos modos Sieghart Saladin Greyrat suena muy bien, .

— Bueno, será mejor regresar, —dijo Perugius. Así que volvimos al Caos Breaker. Cuando llegamos, Silphy y Eris decidieron acompañar a Roxy, quien tuvo que abandonar rápidamente el Caos Breaker, mientras yo estaba en la sala de recepción con Nana.

— Agradezco todo, su majestad. Y perdone mi actitud altiva.

— Es entendible. Estabas asustado por tu hijo, chico.

— Bien, gracias. Pero creo que regresaré a casa con mis esposas. Vamos, amor, —le dije a Nana.

Pero Perugius habló.

— Temo decirte que aún no puedes irte, Rudeus. Nanahoshi, vamos, dilo.

— Decirme qué, —dije, mirando a Nana, que tenía los ojos llenos de lágrimas.

— Rudy, mi amor, llegó el momento.

— ¿El momento de que? (…) — Pero rápidamente me di cuenta a qué se refería. No me di cuenta cuando lágrimas caían por mis ojos.

— Rudy, mi amor, está todo listo. Voy a regresar a Japón. ¿Me vas a ayudar?

Me acerqué a ella y nos dimos un fuerte abrazo—sabes que lo haré — le mientras ambos rompimos en llanto ante la mirada de Perugius.


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