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Felicia abrió la puerta de la casa y entró con una bolsa en su mano. Llevaba una gorra en la cabeza, mientras que usaba una máscara nasal para protección extra.
Ya habían pasado dos días desde que escapó de la prisión y las noticias sobre su escape se habían divulgado por toda la ciudad. Había estado descansando en la casa confinada durante todo ese tiempo y quería hacer algo productivo. Estaba empezando a quedarse sin comida ya que el alcaide ni siquiera había abastecido su refrigerador antes de ir a su turno en la prisión.
Usando algo del dinero que pudo encontrar en el cajón del dormitorio, Felicia fue al supermercado para comprar algunas pequeñas cosas que necesitaba.
No tenía mucho dinero consigo y no sabía cómo acceder a su cuenta bancaria sin que nadie viera su cara. El dinero que el alcaide había dejado atrás en su casa estaba a punto de acabarse.
Cerrando la puerta de un golpe, Felicia suspiró.