"Pasó algún tiempo y cuando Erika no tuvo la oportunidad de hacer un movimiento mientras llevaba a los dos bebés consigo sin hacer que Viper sospechara de ella, Erika se dio por vencida y decidió que era hora de volver a casa. No estaba contenta con el resultado de la salida ya que no llevó a nada bueno.
Nadie en el parque ni siquiera miró en su dirección o se acercó a ellos para decir «hola» o algo. Era como si los dos se hubieran vuelto invisibles y esas personas no pudieran verlos.
Erika entró al coche con un ceño fruncido en su cara después de acomodar a los bebés dentro. Viper lo notó y una ligera sonrisa apareció en su cara.
—Vamos —ordenó a Lucas, que los había estado observando desde el espejo retrovisor. Él asintió e inició los motores del coche y se alejó del parque.
Cuando entraron en la casa, el dulce aroma de deliciosa comida llenó la sala de estar y el comedor.