—No puedo creer que me esté casando con una antigüedad —bromeó Dani—. No es de extrañar que mi hermano no lo supere.
—Espero que esta antigüedad sea algo que para ti pueda ser notable —Abel se rió entre dientes orgulloso de sí mismo—. Dime, Dani, ¿qué edad tienes?
—Adivina —resopló Dani.
La sonrisa de Abel se ensanchó. Ya sabía todo sobre ella para responder. —Su Majestad cumplirá veintiuno antes de que termine el invierno —señaló—. Escuché que es excelente en eso de que adelantó dos años en sus lecciones, así que probablemente tienes veintitrés…
Dani hizo un puchero. —Parece que has estudiado lo suficiente sobre nuestra Reina.