—¡Su Alteza! —El grito angustiado de Ana resonó mientras observaba esta repentina y espeluznante escena desarrollándose frente a ella.
En respuesta a la amenaza, los caballeros desenvainaron rápidamente sus espadas, avanzando hacia el lobo que ahora se cernía sobre Oriana, listos para defender a su princesa corona a cualquier costo.
El lobo olió su aroma y pareció calmarse mientras sus gruñidos se suavizaban, sus ojos fijos en su rostro gritando.
Arlan, absorto en conversación con sus caballeros, se sobresaltó por el sonido de los desgarradores gritos de su esposa. En un momento apareció en la escena solo para ser testigo de Oriana esparcida en el suelo, con los ojos cerrados por el terror y sus gritos resonando en el aire. La imponente figura del lobo se alzaba sobre su pequeña forma, emitiendo gruñidos contenidos mientras la observaba tranquilamente.