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83.33% El Enigma del Espacio / Chapter 5: Capítulo 4

Capítulo 5: Capítulo 4

Mi corazón latía con fuerza y mis pulmones ardían por el esfuerzo. La nave estaba a solo unos metros de distancia. Nos aproximamos a la nave, pero antes de poder subir a bordo, una explosión atronadora sacudió el suelo debajo de nosotros. El estruendo nos hizo tambalear, y luego, en un abrir y cerrar de ojos, un edificio cercano se derrumbó con una violencia que me dejó sin aliento.

Los escombros comenzaron a llover a nuestro alrededor, como proyectiles descontrolados. Mi mente apenas tuvo tiempo para procesar lo que estaba sucediendo antes de que los escombros nos envolvieran por completo. 

—¡Maldición! —murmuré, la esperanza que había sentido momentos antes se desvaneció.

El dolor inmediato fue abrumador. Luché por recuperar el aliento mientras el polvo y los escombros se asentaban a mi alrededor. Mi visión estaba nublada por las lágrimas y el dolor agudo que me recorría el cuerpo

—Draktharos, ¿estás bien? —gemí con dolor, mi voz temblorosa en medio del caos.

El guerrero Zyphronia respondió con un gruñido ahogado, luchando tenazmente contra los escombros que lo aprisionaban.

—Estoy atrapado, pero no estoy herido de gravedad —replicó con determinación en su voz ronca—. ¿Y tú?

Las palabras se escaparon entre dientes apretados mientras trataba de evaluar el alcance de mis heridas, cada movimiento un eco punzante de dolor en mi cuerpo. —No lo sé, Draktharos. Duele demasiado para decirlo con certeza —

Draktharos gruñó con tenacidad mientras luchaba por abrir un pasaje entre los escombros que lo aprisionaban. —El destino parece tener un sentido del humor un tanto retorcido —masculló con una amargura que rezumaba en sus palabras.

Con una fuerza casi sobrenatural, me arrastré penosamente hacia él. Apenas se filtraba algo de luz, pero su presencia era tan abrumadoramente dominante que podía sentirla. Cuando nuestros dedos se rozaron, mi cuerpo pareció rendirse, a punto de colapsar por completo. Fue solo gracias a sus fuertes brazos que evité caer en picada al suelo.

—¿Sabes qué, estuve pensando? —inquirió con un toque de burla—. ¿Con qué planeas agradecerme por rescatarte?

Reuní las últimas reservas de fuerza que me quedaban y, con un golpe, alcancé a su estómago. Aunque su reacción fue mínima, logré arrancarle un débil gemido.

—Podría decir lo mismo de ti —gruñí con un tono resentido.

Él sonrió con descaro. —Me conformaría con un beso de agradecimiento.—

—¡Puaj! Eres un alienígena repugnante —exclamé con disgusto.

Él dejó escapar una risa gutural desde lo más profundo de su ser. —Oh, Thorne, jamás me cansaré de tu lengua venenosa.

—¡Deja de jugar! —le espeté, enfadada.— Si no fuera por tu egocentrismo, estaría a millones de años luz de este lugar.

Sintiendo cómo la humedad se apoderaba de mis manos sugerí—Supongo que para ser un guerrero alienígena increíblemente fuerte, parece que también puedes sangrar.

—¿De qué estás hablando, Evadne? —rió Draktharos, claramente confundido

En ese instante, me percaté de que una fina línea húmeda fluía desde mis labios, su sabor metálico dejando claro que no era saliva lo que llenaba mi boca.

—¡Maldición! Mírame, Thorne.—sus grandes manos tomaron suavemente mis mejillas— Mantente consciente, me aseguraré de sacarnos de aquí.

Sus palabras se alzaron como una súplica y yo respondí con una tenue sonrisa, mientras percibía el rasgar de una prenda y sentía cómo esta era apretujada alrededor de mi cintura, lo que desencadenó un agónico gemido.

—¡Gr! Aguanta. Te conduciré hasta la nave. —Me dejó reposar sobre los escombros, luchando por abrir paso a través de la barricada que se había erguido a nuestro alrededor.

Cada estruendo de los golpes de Draktharos contra los escombros reverberaba en la inmensa oscuridad, una sinfonía de esfuerzo continuo. Su figura imponente se destacaba como un titán en la penumbra, una presencia majestuosa y abrumadora. 

Finalmente, con una fuerza colosal, consiguió abrir un hueco lo suficientemente grande como para que ambos pudiéramos colarnos. La satisfacción brilló en sus ojos, pero no hubo espacio para festejos. El tiempo era un lujo que no podíamos permitirnos.

—¿Cómo estás, Evadne? —me preguntó Draktharos, con una preocupación profunda que reverberaba en su voz ronca.

—He estado en situaciones más adversas —respondí, manteniendo una mirada desafiante en mis ojos cansados.

—Por supuesto, eres la intrépida Capitana Thorne, inquebrantable ante la muerte —añadió Draktharos, elevándome en sus brazos como si fuera una pluma en el viento.

—No te tomes tantas libertades —murmuré con reticencia

Draktharos, con una chispa traviesa danzando en sus ojos, clavó su mirada en la mía, en un parpadeo, su expresión pasó de la diversión a la seriedad sin pronunciar una sola palabra. Avanzó con una determinación inquebrantable. 

Un silencio sepulcral se apoderó de Thaloria; el terror provocado por el gusano parecía haberse desvanecido por completo. Intenté comunicarme con mi tripulación a través del Holo comunicador, pero la pantalla permanecía ominosamente en blanco, sin señales de vida ni respuesta de ningún tipo.

—AG! esta cosa parece no querer funcionar —murmuré con furia, sintiendo cómo mi cuerpo se volvía cada vez más pesado, al borde de la inconciencia.

—Prueba con esto —Me entrego lo que parecía ser un Holo comunicador Zyphroniano.

Era la primera vez que sostenía uno de estos en mis manos; cualquier objeto proveniente de su planeta era una maravilla tecnológica. No podía evitar maravillarme ante el artefacto, que se utilizaba de manera completamente distinta a la tecnología convencional comerciada por toda la galaxia. 

—¡Vaya, esto es asombroso! —exclamé, dejando escapar un suspiro de deleite. Sin embargo, la alegría se transformó en dolor en un instante. Mi sangre seguía brotando y, a menos que recibiera atención médica de inmediato, terminaría literalmente desangrándome en los fuertes brazos que me sostenían.

me interrumpió con un susurro exasperado: —Cierra la boca, Thorne. No querrás que retuerza tu herida de dolor —advirtió con una mirada ardiente y penetrante. No me atreví a replicar; mis condiciones no me permitían provocarlo.

La sensación de ser sostenida en sus brazos se tornaba extrañamente reconfortante, a pesar de las circunstancias. La voz ronca y la genuina preocupación que se reflejaba en sus ojos resultaban difíciles de reconciliar con la imagen que previamente había formado de él.

—¿Tathavex? —Una imagen holográfica apareció mostrando a un guardia, su expresión era una mezcla de confusión y severidad—. ¿Draktharos kroxar eshnot?

—He... —Traté de responder, totalmente sorprendida por el idioma Zyphronia.

—Estamos en Thaloria, Itharlon —La expresión del individuo se suavizó al escuchar la voz de su gobernante, apenas podía captar algunos fragmentos de su discurso en Zyphroniano mientras continuaba hablando en su lengua natal.

—La ayuda viene en camino, resiste un poco mas Evadne.

El holograma del guardia se desvaneció tras la breve interacción con Draktharos, avanzó con paso decidido a través de las ruinas desoladas de Thaloria, con el objetivo de llegar a las plataformas destruidas. De ese modo, sus guardias podrían divisarnos sin dificultad alguna.

— ¿Por qué decidiste ayudarme, Synthor? —pregunté, mi rostro reflejando una confusión que teñía mi expresión.

—Draktharos —corrigió con firmeza.

La ciudad yacía en silencio, como un cementerio abandonado, los restos de la explosión que nos había atrapado se alzaban como testigos mudos de la destrucción.

—Perdón —la confusión pintó un lienzo fugaz en mi rostro.

—Mi nombre —respondí con una mirada que denotaba mi comprensión de que él estaba ofreciendo su nombre y que lo consideraba innecesario, lo que provocó una exhalación exasperada por su parte.—Llámame así —Su voz resonó con un matiz de resignación acompañado de un toque de irritación.

—¿En serio? Pensé que no eras precisamente un amante de la informalidad.

—¿Cuántas conjeturas haces sobre mí? —preguntó con evidente curiosidad.

—Bueno, ¿por dónde empezar? —le dije, permitiendo que una sonrisa traviesa se escapara de mis labios, consciente de que las sorpresas que le aguardaban eran muchas más de las que su aparentemente simplista mente alienígena podría haber previsto.

—¡Oh, mujer! 

Mientras estaba a punto de soltar un comentario mordaz, una nave espacial deslumbrante se posó a escasos pasos de nosotros, y las imponentes puertas se abrieron con un siseo mecánico que resonó en el aire. Una formación de guerreros alienígenas emergió con una sincronización perfecta para recibir a su líder y garantizar su seguridad. Estaban vestidos con prendas y armaduras que solo podían provenir de su lejano planeta natal, Zyphronia.

Una vez a bordo de la nave, fui conducida a una sala de atención médica que emanaba una luz suave y acogedora. Las paredes parecían bañadas en una paleta de colores etéreos, y la sala estaba poblada por dispositivos extraños, todos desconocidos para mí. En ese momento, comprendí que la tecnología de Zyphronia era un mundo aparte, un rincón de la galaxia donde la ciencia y la curación habían alcanzado cotas inimaginables. 

—Sanaremos tus heridas en cuestión de minutos —prometió Draktharos mientras supervisaba atentamente las acciones del médico.— 

—He escuchado que su tecnología funciona mucho más rápido que la convencional.

El médico sonrió —Y no están equivocados. —afirmó mientras manipulaba sus dispositivos con habilidad.

—Utilizamos cristales, nanobots y campos de energía para regenerar las áreas afectadas del cuerpo.— explicó Draktharos, con un tono de seguridad— Los nanobots se introducen en tu organismo y trabajan a nivel celular, restaurando tejidos dañados y eliminando toxinas. No te preocupes, el dolor será mínimo y te sentirás como nueva en poco tiempo. 

Su mirada penetrante dejó claro que compartía este detalle técnico tanto por mi curiosidad innata como por la necesidad de ganarse mi confianza. La vida me había enseñado a desconfiar de los demás, pero por ahora, él se encontraba en la ambigua zona gris entre aliado y enemigos.

—Supongo que ahora entiendo por qué tienen la mejor tecnología y casi ninguna posibilidad de obtenerla —comenté

Draktharos asintió con gravedad. —Sí, eso sin mencionar un planeta de tecnología como esta.

—Imagino que esto no es nada en comparación con lo que reside en tu planeta.

Él sonrió con un matiz sugerente en su voz. —Imaginas bien, tan inteligente y descarada como siempre, Evadne.

Se acercó con su mirada penetrante fijándose en mí—Cuando terminemos contigo, pediré que te trasladen a una habitación de la nave.—advirtió con un toque de posesión— No aceptaré ninguna queja, Thorne. Esta herida es profunda, y necesitas descansar.

—Por supuesto, no diré nada —admití con un suspiro. —Mi cuerpo está agotado y adolorido de todos modos.

Draktharos soltó una risa burlona. —Solo tenías que decirme que mantendrías esa sucia boca tuya callada con agotar tu cuerpo un poco—Sus palabras cargadas de provocación hicieron que mis mejillas se tiñeran de un tenue sonrojo, producto de la rabia y la vergüenza, pero también de una atracción que no podía negar.

—¿No tienes nada mejor que hacer que provocarme en este momento? —murmuré, tratando de mantener mi voz firme a pesar del dolor.

—No tienes idea de cuánto disfruto provocarte —susurró, mientras sus ojos oscuros brillaban con una intensidad peligrosa. 

—Nos veremos más tarde. Procura descansar —añadió con una sonrisa enigmática antes de alejarse.

—Tengo que contactar a mi tripulación —respondí rápidamente.

—Te proporcionaré comunicación con ellos más tarde —asintió con comprensión—. Y también discutiremos tus muestras de gratitud.

—¡Vete al diablo! —gruñí, lanzando la almohada que descansaba tras mi cabeza. Sin embargo, apenas la solté, me arrepentí. Lo último que escuché antes de que las puertas se cerraran tras su partida fue su risa atronadora.

No sé en qué momento sucedió, pero de repente, mis ojos se sintieron tan pesados que ya no pude luchar contra el sueño que me perseguía. Me sumergí en una silenciosa oscuridad, acompañada solo por el suave pitido de las máquinas trabajando para curar las heridas en mi cuerpo.

Cuando finalmente desperté, me encontraba en una habitación completamente desconocida, lejos de la sala de atención médica. La cama era cómoda y mullida, una luz tenue iluminaba el dormitorio. Me incorporé con cuidado, notando que el dolor en mi cuerpo había disminuido significativamente. La tecnología de Zyphronia había hecho maravillas en mi recuperación.

Me aventuré a dar unos pasos por la habitación, dejando que mis dedos curiosos exploraran los objetos que la decoraban. Mis ojos, entonces se posaron en un espejo peculiar, que reposaba en lo que semejaba ser un armario. Al contemplar mi propia imagen reflejada en su superficie, quedé pasmada por la visión que se desplegó ante mis ojos. 

Estaba envuelta en un atuendo cuya composición parecía ser un híbrido entre tela y metal líquido, moldeándose con gracia a los contornos de mi figura. La imagen de mi cuerpo ensangrentado y embadurnado de arena de Thaloria había desvanecido, reemplazada por un embriagante aroma de exóticas flores. Además, noté con sorpresa que mi cabello, normalmente recogido en una coleta alta, ahora caía en cascadas sueltas, salvo por una diadema que sostenía con gracia un par de mechones rebeldes.

La puerta de la habitación se abrió, rompiendo mi ensimismamiento ante la visión de mí misma con aquellas prendas tan extraordinarias, que me hacían sentir como una princesa en comparación con las toscas ropas raídas y oscuras que solía llevar, similares a las descripciones que había encontrado en escasos libros humanos sobre piratas.

—Veo que has recobrado la consciencia, Thorne. ¿Cómo te encuentras? —su voz resonando con una calma tensa que dejaba entrever un mundo de emociones ocultas.

—Me siento mucho mejor.—respondí intentando mantener mi voz tan imperturbable como la suya.


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