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—¡Ah… Ah Zheng! —exclamó sorprendida Qiao Xi.
El cuerpo de Gu Zheng estaba frío, pero sus ojos ardían con intensidad. El sudor cubría su frente, y se veía muy nervioso. Detrás de él, Canción Shijing y Song Shiyu bajaban la cabeza con miedo.
—Yo... Yo solo tenía curiosidad... —Qiao Xi estaba ligeramente nerviosa.
—Lo sé.
—... —Esta vez, estaba arruinada. Su imagen de mujer delicada había colapsado otra vez.
La respiración de Gu Zheng se estabilizó poco a poco mientras la abrazaba fuertemente. Su voz temblaba ligeramente mientras decía:
—N-No hagas caso a sus tonterías. Jamás te haría daño.
El corazón de Qiao Xi tembló.
Él tenía miedo porque pensó que ella lo dejaría por las tonterías de la Señora Yao.
Qiao Xi sonrió ligeramente.
—Ah Zheng, no importa quién seas, no te dejaré. No tomé en serio sus palabras en absoluto.
Gu Zheng nunca dañaba a personas inocentes. La familia Yao merecía lo que les estaba sucediendo. No merecían compasión.