—Sin embargo, cuando vio que sus ojos estaban llenos de sinceridad y que solo quería mostrarle la Novena Rama, dejó caer irritadamente sus auriculares.
—Aceptando su destino, continuó escuchándolo hablar sobre su popular tecnología. Mientras tanto, intentando ocultar la depresión en sus ojos, encendió su teléfono móvil.
—Tan pronto como se encendió el teléfono móvil, recibió varios mensajes.
—Intentando hacerse sentir menos irritada imaginando que había solo un monje extra a su lado, abrió los mensajes.
—El primer mensaje era de Chen Yuan. «Hermana Nian, ¿has llegado a Pekín? Recuerda avisarme cuando vayas a regresar».
—Recordando que la Tía Chen había traído un pollo de su ciudad natal, el estado de ánimo de Qiao Nian se elevó un poco. Las comisuras de su boca se levantaron ligeramente. Sus ojos negros estaban claros mientras sus delgados dedos blancos hacían clic en la pantalla para responder a su mensaje.