Él sostenía su mirada, su cara de póker no mostraba ni una pizca de algo mientras sus ojos insondables se agudizaban un poco. —Desaparecerás para siempre una vez que salga el sol si no haces lo que te digo —fue su seria respuesta.
Por un momento, Alicia perdió la voz. Quería tomárselo a broma pero no pudo hacerlo. Probablemente fue por su mirada y su voz al decir esas palabras que le indicaron que no solo estaba jugando con ella sino diciéndole la verdad.
—Dame una razón por la que debería creerte, Ezequiel —levantó su barbilla desafiante—. No, explícame por qué sostener tu mano siquiera me haría no desaparecer en primer lugar. ¿Realmente haría alguna diferencia? —No creía del todo que esta estatua de príncipe vampiro de repente fuera tan amable con ella y la ayudara ahora que se le acababa el tiempo. ¿Cómo le beneficiaría a él en absoluto si hiciera algo tan importante como esto por ella?
—Hay cosas que no puedo explicarte. Al menos no justo ahora —le dijo él honestamente.