Al siguiente momento, ella estaba en la cama, completamente desnuda y rodeada de pétalos rojos. Los vívidos pétalos rojos contrastaban bellamente contra su suave piel blanca.
—Dios, eres tan hermosa... —salío de sus labios. Su voz increíblemente profunda y llena de nada más que amor y deseo lujurioso. Su mirada nunca la abandonó mientras se desvestía con urgencia.
No tardó mucho, y él estaba frente a ella desnudo. A pesar de haber visto su desnudez perfecta muchas veces antes, Kelly no podía evitar seguir adorando cada parte de él. Desde su rostro hermoso hasta la superficie lisa y firmemente musculada de su torso, y luego hacia abajo hasta su... ah... no pudo evitar lamerse los labios mientras sus entrañas comenzaban a doler y vibrar de necesidad ante la vista de su poderosa espada. Ella lo quería dentro de ella tan fervientemente, incluso aunque habían hecho el amor ayer. Realmente, locamente, anhelaba a este hombre ahora.