Los ojos de Kelly se abrieron desmesuradamente por la sorpresa. Luego se estrecharon en pura furia. Pero no habló más. Ella esperaba esto, pero en lo más profundo de su ser, había mantenido la esperanza de que su padre no caería tan bajo. Kelly estaba enojada y molesta consigo misma por seguir esperanzada a pesar de todas las cosas que su padre le había demostrado y hecho. Nunca le importaría a él, jamás.
Aprietalando sus puños con fuerza, Kelly tragó todas las palabras que había planeado decir. Había pensado en palabras bien formuladas para convencer a su padre, pero ahora entendía que ya no importaba. Este hombre nunca la escucharía ni consideraría las consecuencias.
—Llévenla a su habitación —ordenó el hombre a sus guardias—. Enciérrenla allí con los estilistas. No abran la puerta a menos que yo lo ordene.