"El cielo rugió y luego cayó la lluvia, como si los cielos también comenzaran a llorar —Lexus continuó su alboroto—, y el que alguna vez fue un formidable castillo se había convertido en un infierno.
—Alex aún estaba allí, de rodillas mientras la sostenía en sus brazos. Se había ido. Su sol ya no existía. Nunca volvería a brillar, dejando su mundo en total oscuridad para siempre.
Estaba roto, por dentro y por fuera. Su complexión era cenicienta, tan desprovista de vida como si su corazón y alma hubieran muerto junto con ella.
El horno ardiente continuó devorando el castillo, pero el caos ni siquiera molestaba a Alex. No podía oír nada. Ya no le importaría si el mundo se desmoronara justo en ese momento y lugar.