—El castigo es un plato mejor para servirme, esta noche, Abigail. Castígame todo lo que quieras —dijo con voz ronca, tan serio como siempre—.
Abi, que permaneció en silencio durante mucho tiempo, se alejó pero no se bajó de él.
—¿Quieres que... te torture? —preguntó ella y Alex no dudó en asentir.
—Sí. No te preocupes. Me recupero rápido. Y debes saber que no dudaré ni un segundo si me pides que me castigue a mí mismo y me tire a un horno —sonrió él y Abi casi pierde la cordura—. ¿Cómo podía decir esas cosas tan casualmente? Recordó de nuevo aquella escena en el castillo. Había sonreído tan casualmente mientras las llamas lo engullían. Nunca gritó de dolor aunque obviamente estaba sufriendo. ¿Qué clase de cosas tuvo que sufrir durante sus miles de años de existencia?
—¿Realmente piensas que yo podría hacerte eso? —le preguntó, luciendo dolida.