Alex de repente la jaló e hizo que se sentara en su regazo, posicionando sus rodillas para que ella lo montara. Abi sintió que su pulso se aceleraba mientras miraba hacia abajo a su rostro hermoso.
Agarró su barbilla y miró sus labios.
—Espero que estés lista, Abigail —le dijo y Abi tragó inconscientemente. Sus profundos y oscuros ojos negros le atrajeron de nuevo como un agujero negro, pero Abi persistió y se liberó de la fuerza de su mirada.
—¿Qué hay de mi solicitud? También te pediré que pagues tu deuda —replicó y justo así, su ritmo se rompió. Una risa gutural salió de sus labios mientras la miraba con diversión.
—No está mal, corderito. ¿Entonces? ¿Cuál es tu tonta petición esta vez? —arqueó su hermosa ceja y Abi lo miró desconcertada.
—Lo... Diré cuando lleguemos a casa —respondió y la sonrisa burlona del hombre se desvaneció lentamente. Su rostro se volvió tranquilo mientras acariciaba sus labios con su pulgar.